Presagié mi descomposición mientras veía a mi alrededor que todo se desmontaba, se destruía, se convertía en vacío.
Entendí quién era, yo, desnuda frente a un público inexistente: no era nadie. No era nada. ¿A quién aplauden entonces? A lo que les condena, a lo que les destroza. Sonríen con caras vacías, cuencas rellenas de gusanos que en algún momento fueron parte de algo que algún loco consideró que era hermoso y hoy, simplemente está podrido: nunca existió la belleza en ellos. Vivieron engañados, así como me engañé pensando que esto sería lo correcto mientras veía de mis venas salir aire: yo no era y no soy. Nadie es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario