Si es más con lágrimas que con palabras lo que logro expresarme, ¿qué más puedo decirte?. De todas las frases que me destinan a diario, hay una en especial que, aún siendo de alguna película, me parece muy acertada para mi situación: no se trata de aprender a ahogarse en mis lágrimas, de cansarse de mover los brazos en alguna dirección incierta: se trata de aprender a nadar entre ellas, saber apreciar qué soy y cómo soy.
Llevo años diciéndome que voy a cambiar, que seré yo quién decida mi futuro, incierto, pero mi futuro.
Llevo años convenciéndome de que mi historia, dolorosa, no volverá a hacerme doler. Pero debiera más bien convencerme de que esa historia es parte de mi, que por ella soy quién soy: la persona frágil que al enfrentarse a un espejo, sólo ve oscuridad. Sin ser esa oscuridad.
¿Y qué más puedo decir? Si ya me cansé de calmar el dolor ajeno, de ver cómo todo sale adelante y yo aquí sigo, sentada frente a una pantalla a la que confieso mi malestar, bebiendo mis lágrimas.
Sólo una última reflexión y es, que ojalá nunca hubiera tenido que vivir y ver tanto...ojalá hubiera sido una vida como otra cualquiera, así seguro que hubiera podido ofrecer algo más a mi alrededor, algo más que mi autocompasión y malestar.